Sentado en la
butaca del avión, junto a la ventanilla, y antes de las consabidas
instrucciones sobre seguridad escenificadas por las azafatas del vuelo Melilla-Madrid, tengo esos minutos de abstracción sobre el viaje que voy a
emprender, sobre lo que dejo atrás y sobre lo que creo que en el destino me
espera. Son tantos vuelos al año que ya casi no me fijo en las personas,
generalmente anónimas, que codo con codo comparten mi espacio durante la hora y
media que dura el vuelo. El saludo de cortesía suele ser suficiente.
Recordando mi
intento de esta mañana de encauzar las discusiones de los alumnos sobre los
errores que tienen los modelos económicos, descritos en cualquier manual de economía,
recupero el tiempo presente cuándo, debido a la fuerte aceleración del
despegue, mi espalda es empujada hacia el respaldo del asiento.
Diviso desde la ventanilla
la desgraciadamente famosa valla de seis metros (espero no encontrarla nunca entre las diez mas famosas) que hace de frontera, y que
separa dos mundos cuya diferente riqueza económica se encuentra entre las más
altas del planeta. Se aprecian movimientos de trabajadores afanados en arreglar
los daños ocasionados por el asalto de inmigrantes de la noche anterior, cuyo
objetivo es dar por finalizado un viaje que le han llevado, a veces, años de
sufrimiento y penuria buscando la puerta de Europa. Puerta cerrada para ellos
por una valla triple y, por tanto, penúltima dificultad para dejar atrás el
hambre,… A medida que vamos elevándonos, y con una mejor perspectiva que desde
el suelo, se divisa la aglomeración de personas que ya están residiendo en el
Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (conocido por sus siglas CETI). Las últimas
entradas masivas han obligado a levantar, fuera de las instalaciones
inicialmente proyectadas, un número importante de tiendas de campaña de
camuflaje del ejército y blancas, con la cruz de color roja pintada.
Ganamos altura,
y diviso el monte Gurugú con su bosque de pinos en lo alto y su humeante
vertedero a media falda. El primero es lugar de refugio de varios millares de
subsaharianos a la espera de su día “D” y el segundo, su “autoservicio” consistente
en la búsqueda de alimentos y enseres entre los desechos de los también pobres,
pero no tanto.
Esta imagen me
hace pensar sobre lo curioso que es a veces el mundo. Ayer, con un simple clic
en la web de Iberia, saqué mi tarjeta de embarque a Madrid y hoy, presentando
un carnet con mi foto, en 90 minutos me desplazo allí. Sin embargo, para estos
inmigrantes lo que yo he hecho, o nunca lo conseguirán o tardarán muchos meses
en conseguirlo, intentándolo un número indeterminado de veces arriesgando sus
vidas y pagando a las mafias un dinero que no tienen.
En pocos
minutos, cambio de escenario. El azul intenso de este Mediterráneo cercano al
Estrecho, y cuyas aguas brillantes reflejan el sol de la tarde, me otorgan nuevas
reflexiones sobre una de las cinco rutas de mayor tráfico de mercancías en el mundo. Vislumbro por la ventanilla
varios buques mercantes cargados de contenedores, pero cuyos tamaños tan minúsculos
visto desde esta altura, a veces pueden confundirse con las eternas manchas que
suelen tener los cristales de las ventanillas de los aviones.
Me admira la
facilidad que tengo de pasar en pocos minutos de un pensamiento trascendentalmente humano, el análisis sobre la inmigración, a otro mucho más mundano y
capitalista sobre el comercio mundial. Me tranquiliza creer que es simplemente
por un mecanismo de autodefensa.
Las imágenes que
estoy viendo desde una ventanilla de un avión que viaja de África a Europa, es
el contexto perfecto para seguir divagando sobre lo material e inmaterial de la
condición humana. Me incita a recordar las razones que argumentan mis amigos
musulmanes melillenses sobre la carencia de valores del mundo contemporáneo, como consecuencia de la frustración y la desesperanza que estos años de crisis
está ocasionando en muchos sectores de la población, principalmente entre los
jóvenes. Ellos aceptan la vida como un devenir automático, y cuya cotidianidad
está marcada porque “su ser superior” proveerá. Yo, sin embargo, mantengo la
estructura existencialista forjada de joven en mis lecturas de autores como
Albert Camus y su sensibilidad absurda.
Continúa el
vuelo y ahora me llama la atención las grandes manchas blancas que recortan el
azul del agua y el gris de las montañas. Estamos sobrevolando el mar de
plástico de los invernaderos del Ejido. Sobreexplotación científica con
técnicas agrícolas de producción de tomates y otras verduras, sin prácticamente
agua ni tierra, que les reportan una forma exterior casi perfecta y un sabor
interior casi insípido.
Me niego a
continuar cavilando sobre términos de eficiencia y productividad económica y
desvió la mirada hacia la nieve que cubre la cima más alta de la península. Fuerzo
la vista y puedo apreciar unos puntos negros que se mueven en zigzag, dejando
surcos en la nieve. La estación de esquí de Sierra Nevada es diminuta viéndola
desde seis mil pies de altura, y hace que sea más pequeño el sentido elitista que
se le atribuye a este deporte.
Siempre, desde
muy pequeño, me encantan las alturas y la perfectiva que tienen las cosas
vistas desde arriba. No puedo dejar de observar desde la ventanilla cómo la
península está cada vez más desertizada. Los alineamientos de los campos de
olivos de Jaén se pierden en la lejanía, contrastando el verde de su arboles
con la dureza de sus tierras blancas, tierras que nos otorgar productos con
tanta tradición mediterránea.
Luego veo esas
extrañas figuras circulares de los valles del Guadiana y del Tajo, cuyas formas
evocarían a cualquier periodista de programas con temática paranormal, como
señales ancestrales o de otros mundos. Son, ni más ni menos, nuevos sistemas de
regadío, llamados pívot, que dibujan con una perfección geométrica hectáreas de
terreno agrícolas.
Por megafonía,
el saludo del comandante rompe el “ronroneo” monótono de los motores y
deseándonos un buen vuelo, aprovecha para anunciarnos que en diez minutos
aterrizaremos en el aeropuerto de Barajas (Adolfo Suarez).
Último vistazo
por la ventanilla para apreciar las actuaciones urbanísticas moderadamente bien
diseñadas de las ciudades dormitorio del sur de la Comunidad madrileña.
También para observar cómo sus fases de desarrollo han quedado amputadas por
“la explosión de la llamada burbuja inmobiliaria”, y se encuentran en espera de
tiempos mejores.
Tomamos tierra y
frenamos bruscamente. Salir cuanto antes de la pista principal de despegue
permite acortar tiempos en cada operación de entrada y salida, y es fundamental
para aumentar el número de vuelos diarios si se quiere mantener la categoría
del aeropuerto.
Pongo fin a un
viaje de noventa minutos que me ha hecho pensar, no solo en lo humano y en lo
divino, sino sobre todo, en lo absoluto o relativo de nuestra existencia al
sobrevolar tres mundos: el primer
mundo, el tercer mundo y entre ellos el llamado segundo mundo. Pero, ¿cuál es
el segundo mundo? Mañana intentaré averiguarlo en la clase que tengo con los
alumnos de posgrado de la Universidad de Nebrija, cuya multiculturalidad seguro
que me ayudará a ello.
www.castromadrid.blogspot.com
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Sitting in the
armchair of the airplane, next to the window, and before the ensuing
instructions on security staged by the hostesses of the flight Melilla-Madrid ,
i have these minutes of abstraction over the trip that i will undertake, on
what he left behind and on what I believe in the destiny awaits me. There are
so many flights per year which is almost no longer i fixed in the people,
usually anonymous, that elbow to elbow share my space during the hour and a
half it takes to make the flight. The greeting of courtesy is usually
sufficient. Recalling my attempt this morning of channelling the discussions of
the students about the errors that have economic models, described in any
manual of economy, recovered the present time when, due to the strong
acceleration in takeoff, my back is pushed to the back of the seat.
I finish a trip of
ninety minutes that he has made me think, not only in the human thing and in
the divine thing, but especially, in the absolute or relative of our existence
on having flown over three worlds: the first world, the third world and between
them the second called world. But: what is the second world? Tomorrow I will
try to find out it in the class that I have with the pupils of sure posgrado of
the University of Nebrija, whose multiculturalism that will help me to it.
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